Jorge Zeballos S.
El pasado miércoles 20 de enero quedará en la memoria de los cientos de hispanos que llegaron al Capitolio del estado ante el llamado de ayuda de diferentes organizaciones y personas para dar testimonio público contra un proyecto de ley que penalizaría a las agencias policiales locales por no cooperar plenamente con las autoridades federales de inmigración.
El llamado “Bill AB450” movilizó a casi medio millar de personas preocupadas porque la medida sólo crearía más miedo a la policía local y podría a los indocumentados aún más en las sombras.
La asistencia rebasó la capacidad de la sala y hubo que habilitar dos salas más. Los pasillos estaban llenos, y como para muchos era la primera visita al Capitolio, encontrar la sala correcta en el entramado de pasillos y salas resultó agitado.
Hablando desde el corazón
Luego de horas de tensa espera, la primera persona en hablar en contra fue la alder de Madison Shiva Bidar-Sielaff.
Con voz emocionada Bidar-Sielaff explicó que “AB450 sends a message of fear, which will not do anything but stop immigrants from reporting crimes”, es decir, que la ley envía un mensaje de miedo, que no hará nada excepto impedir que los inmigrantes reporten los crímenes.
AB450 en su redacción original prohíbe a la policía local emitir normas o políticas que impiden a los oficiales informar el estatus migratorio de cualquier persona legalmente detenida. Sin embargo, el texto ha sido modificado para aplicar a toda persona acusada de un delito. Dieciocho legisladores republicanos están co-patrocinando el proyecto de ley.
El representante John Spiros (R-Marshfield) presentó el proyecto de ley y en la audiencia y la defendió como “una legislación de sentido común que protege a los ciudadanos de Wisconsin, a todos nosotros, haciendo un llamado a la cooperación con las agencias federales de aplicación de la ley”.
Pero el jefe de policía de Madison Mike Koval, presente en la audiencia, explicó que las políticas locales están en línea con los últimos estándares federales, y que el estatus migratorio de los detenidos está reservado para quienes están registrados en la cárcel del condado de Dane, donde se informa a las autoridades de inmigración federal, o ICE.
Koval indicó estar perplejo de por qué los legisladores han llamado Madison una “Ciudad Santuario”.
“Madison no es una ciudad santuario, ya sea de hecho o legalmente hablando”, dijo y agregó:
“Nosotros decimos que nuestros oficiales no irán de la mano con el ICE en la vigilancia de nuestras calles, en busca de extranjeros indocumentados deportables. Pero nuestra política también dice que que nosotros cooperamos con las autoridades federales a petición o comando para los acusados de delitos graves o con tres o faltas más importantes”.
Por su parte Elise Schaffer, oficial de información pública para el Sheriff del Condado de Dane, que dirige David Mahoney, dijo que en cumplimiento de la ley su oficina debe compartir con el ICE el estatus migratorio de toda persona en el sistema carcelario, y agregó que estos protocolos de informes han sido polémicos entre los defensores de derechos de los inmigrantes durante varios años.
Ya en 2010, el Ayuntamiento de Madison incluso aprobó una resolución unánime pidiendo a Sheriff Mahoney para cambiar las prácticas de presentación de informes. Fue esta resolución no vinculante que aterrizó Madison, junto con Milwaukee y el condado de Milwaukee, en el Ohio Jobs y la lista de “ciudades santuario” de Justicia PAC en el primer lugar.
Algo pasó en la audiencia. Algo mucho más profundo que discutir una ley.
Más allá de la discusión formal, en la audiencia se podía “sentir” en el ambiente que estaba pasando algo más profundo. Más allá de los argumentos técnicos, de los pros y los contras. Había una comunidad asustada. Una multitud de gente migrante que se mordía los labios y apretaba los puños de rabia silenciosa.
En efecto cuando la audiencia por el Bill450 finalizó pasadas las 4 de la tarde, mucho había cambiado en los rostros del Comité de Asuntos Urbanos.
La audiencia se había iniciado de forma muy diferente a las 10 de la mañana. “Alguien” agendó también una audiencia para conocer la opinión de los bibliotecarios sobre sancionar a las personas que no devuelven los prestamos domiciliarios.
Una audiencia legitima, pero definitivamente espuria y grosera cuando hay miles de personas en que se amenaza la forma de vida que han construido.
Pero hubo que llenarse de paciencia infinita. Fueron casi tres horas de escuchar a los bibliotecarios pedir la aprobación para el AB609 “Authorizing certain libraries to notify collection agencies and law enforcement agencies of delinquent accounts”.
Los presentes no entendían nada. Los que recién llegaban no comprendían ¡¿Por qué los bibliotecarios apoyan la ley?!
Debo reconocer, y tomo un tono de redacción personal, que pensé en silencio con rabia ‘¿¡Pero… a quien mierda le importan los libros sin devolver cuando tienes una sala repleta de gente de piel morena, una multitud de pie de ojos rasgados en los pasillos, desesperadamente fijos en unos bibliotecarios preocupados por sus libros perdidos, mientras enfrentan la angustia de una posible deportación?!’.
Estaba allí para cubrir periodísticamente, pero era imposible sustraerse. Mi mirada se cruzó con la de Alex Gillis, un sindicalista madisonita. No había que decir nada. Estaba indignado.
Salí un momento al pasillo. Me encontré con Ramón Argandoña, uno de los movilizadores de la presencia de hispanos en la audiencia.
-¿¡Ramón, qué carajo está pasando adentro… Acaso no ven el elefante blanco en la sala!?
-Estos republicanos quieren ganar esta audiencia por cansancio, me dice Argandoña.
-Jorge, tranquilo, nadie se va a mover hasta que podamos dar nuestra opinión, me dijo Salvador Guzmán, una de las personas que los días anteriores convocó a asistir y quien en el pasillo abarrotado ha escuchado mi queja.
Todos presentes, famosos y anónimos
En la sala hace calor. Veo papás con hijos jugueteando, mamás con guaguas lactantes,
trabajadores de jeans anchos sujetos con cinturones vaqueros bajo la cintura. Luis Montoto de radio La Movida graba lo que pasa; más allá veo a Gloria Reyes de la ciudad de Madison; Mario Sierra no descansa y organiza gente. Un maremágnum pocas veces visto y ‘visibilizado’ en Madison.
Pero en mi mente aparecía otra imagen. Solo podía ver a la buena gente blanca con sus buenas razones y palabras templadas discutiendo con los miembros del Comité sobre qué hacer con quienes no devuelven los libros de las bibliotecas públicas… Yo no sé cómo la gente no incendió el lugar esas primeras dos horas.
Sin embargo los hispanos observan atentos y aprenden rápido el protocolo. Por ejemplo que cuando inicias tienes que decir:
“I am Jorge Zeballos, and I am against this law AB450, because…”, como yo mismo lo hice casi al finalizar la audiencia en mi mejor spanglish.
Así, durante la mañana todo marchó de forma bastante irritante, y algunos así lo hicieron saber cuándo les tocó su turno.
La mayoría se enteró recién allí que el representante John Spiros presentó el proyecto de ley en octubre pasado, después de enterarse de que una mujer había sido asesinada en San Francisco por un delincuente que ya había sido deportado a México en múltiples ocasiones. Spiros sugirió que la reputación de San Francisco como un “santuario de la ciudad” para los indocumentados fue responsable de la falta de aplicación de la ley para evitar el asesinato.
Eventualmente, fueron llamados los primeros hispanos a dar su opinión. Como es habitual (y esta es una idea personal) con una humildad y candidez que no deja de sorprenderme. Y que honestamente, no sé si me enorgullece, enternece o simplemente me emput… quiero decir me enfurece.
Perdí la cuenta de cuantas veces escuché “Por eso, muchas gracias por escucharme, yo no soy nadie pero ustedes pueden hacer algo por ayudarnos. Se los pido…”
Mi corazón ardía. 400 años y seguimos siendo apaches contra gachupines, sólo que ahora los gachupines son descendientes de noruegos y alemanes, y estaban sentados enfrente nuestro.
Escuché de todo, indocumentados que usaban la palabra miedo; migrantes ‘arreglados’ que se sentían traicionados por el país; jóvenes México-americanos que tiemblan por sus padres; y también personas de acá, voluntarios de ESL, un sacerdote católico, varios profesores.
Recuerdo a Tony Jennaro, maestro de escuela no hispano y quien de buena forma “destapó el naipe” de aquel juego de nervios que llevaba ya varias horas.
De igual modo como horas antes lo hizo el jefe de la policía Jefe Koval que opinó “que haya una conversación de adultos a nivel federal” para aclarar la política de deportación, en lugar de medidas “filosóficas” que inflaman las divisiones de “simbólica” y fines partidistas.
El maestro Jennaro hizo sentir su indignación por el esmerada preocupación al el detalle del Comité durante la mañana (los bibliotecarios, recuerdan) alargando la reunión con preguntas y contra preguntas, “y ahora cuando aparece ‘the real issue’ parecen escuchar, pero hay decisiones ya tomadas. Esto es una burla que hace sentir aún más humillados a los presentes”, me pareció que dijo en inglés.
Todos agradecieron sus palabras pues rompió el velo de lo “políticamente correcto”, de lo “Minnesota nice”, que suele ser tan irritante.
Por suerte la representante Lisa Subeck (D-Madison), pronto se dio cuenta de la situación y tuvo que decir que desestimaba el proyecto de ley como “juego político” que “hace daño a nuestras comunidades”.
Los testimonios que la prensa no cubrió
En realidad a partir de las dos de la tarde, se anunciaban los nombres, pero no comparecían, muchos trabajadores no pudieron esperar y tuvieron que retirarse.
La persona a cargo de “vocear” bregaba con los nombres en español y seguramente con la letra manuscrita y temblorosa de los inscritos.
“Joannes, or Juanes? or Joan? … Sergurian?, Sogurioe?, or Segura?”, llamaba el encargado tratando de hacer lo mejor posible. Sin embargo, grupos completos de West Allies, Waukesha, Seven Points, Beloit no pasaron al estrado. La lista corría rápido, pero siempre hubo gente opinando.
A las tres de la tarde el cansancio estaba en todos los rostros y hay que reconocer que el Comité de Asuntos Urbanos prestaba atención cuando la gente hablaba. Y cuando a alguno se le quebraba la voz, le daban su tiempo (o al menos no jugaron con celulares o salieron más tiempo que una ida
al baño).
La fuerza de Guadalupe
La penúltima en hablar fue una mujer humilde pero elocuente. Guadalupe, indocumentada, viuda, madre de seis. Como la mayoría, habló en español.
“Parece que soy la última, no importa, quiero decirles que soy indocumentada. Y quiero hacer hincapié que nos apoyen para que podamos estar a lo mínimo con seguridad. Vivir sin preocupación. Soy madre de seis hijos, mi marido murió cuando llegamos aquí. Dejé mi país con mucha tristeza y dolor, nadie sale porque quiere, pero les juro que fue por darle a mis hijos un futuro mejor.
[Guadalupe hace una pausa, respira profundo y continúa]
Les pregunto a ustedes [Comité], quien de ustedes podría dormir si uno de hijos les dice:
Mama tengo hambre.
[Ocurre una largo silencio en la sala. El presidente del Comité Edward Brooks (R–Reedsburg) se acomoda y carraspea y la Rep. Lisa Subeck (D-Madison), la más empática de todos, se limpia su rostro con los dedos.
Por eso yo necesito una identificación –continúa Guadalupe que no ha dado su apellido– la necesito para poderle decirle a los policías donde me paren, decirles, esta soy yo, vengo de mi trabajo. Me pasó una vez, el policía me preguntó por una identificación y yo tuve que hacerle así con las manos (las mueve indicando “no tengo”). Luego lloré, lloré de rabia porque no es justo [vuelve a hacer una pausa. Respira hondo, toma aliento y concluye]
Señores no permitan que el esfuerzo de Voces de Frontera y otros han hecho para hacer un ID se pierda. Ustedes pueden corregir esto.
Guadalupe siendo casi la última resume bien el ánimo de la audiencia. Sin embargo, esa hora, casi las cuatro de la tarde, casi nadie supo de sus palabras, y por eso considero justo transcribirlas.
A esa hora las cámaras de televisión e incluso los periodistas “progres” de Madison se han marchado hace buen rato. Desde las 10 habían estaban esperando “la segunda opinión” y como la primera en opinar en contra de la ley fue la alder Shiva Bidar-Sielaff, les parecieron suficientes sus palabras (muy emotivas y asertivas, en todo caso), para lograr la “cuña”, recoger el equipo e ir a editar para el noticiero de la noche.
Por eso, de todo esto que relato solo fueron testigos el centenar de hispanos presentes y los miembros del Comité.
El rol de JoCasta Zamarripa
Pero luego vendría realmente la última persona. Estuvo todo el día en segunda fila, en silencio.
El presidente Edward Brooks le indica que luego de escuchar a la última persona “gustaríamos escuchar vuestra opinión”.
“My name is JoCasta Zamarripa, and I am against this bill because… but first… Let me say you that as immigrant’s daughter, this has happened here is very important to me. It took my years…”, pero a JoCasta también le empieza a temblar la voz.
Los miembros del Comité no lo podían creer. Varias horas escuchando a mujeres y hombres que se quebraban. Activistas que empezaban bien pero luego la intensidad de las emociones involucradas se los comían los nervios. ¡Pero su propia colega! Fuera de protocolo le preguntaron que podían hacer como Comité, ¿Cuál era su opinión?
Zamarripa respondió “¡Congelen esta ley!, antes que pase a la Asamblea”
Yo me quedé hasta el final y conversé con los representantes.
Veremos cómo proseguirá este incordio. Eso sí, al menos para el Comité, Voces de la Frontera y los madisonitas presentes lograron mostrar (y quizás demostrar) su punto: Esta ley es un desastre en términos de seguridad ciudadana; la palabra más común fue “tengo miedo”.
Sin embargo, “hablando en plata”, el Comité es un comité dominado por republicanos. La razón instrumental indica que más allá de los sentimientos deberían apoyar a su colega Spiros, quien presentó la AB450. Más cuando hay un contexto electoral donde necesitan los votos de sus áreas de votación.
A la fecha, no está claro cuándo o si el presidente del Comité programará la ley para su votación. De ser aprobada, pasaría a la Asamblea.