J. Zeballos/LCNews.
La puerta de entrada a Umberto Eco Bisio, un académico italiano y erudito, es su novela de misterio medieval, “El nombre de la rosa”, la aventura se convirtió en un inesperado éxito mundial y es, hasta hoy, un clásico que casi todos leerán o verán alguna vez en su vida.
Umberto Eco falleció la semana pasada (19 de febrero) en su casa de Milán. Tenía 84 años.
Era un hombre divertido que se sentía aún más entretenido cuando el tema que trataba era seco o grave. En realidad gustaba de la cultura popular, la comida y la música.
“Las canciones pop y cómics eran considerados basura, pero también podrían ser obras maestras, como los cacahuetes”, dijo en 2002. “No soy (…) de los que dicen que no hay diferencia entre Homero y Walt Disney. Pero Mickey Mouse puede ser perfecto en el sentido que lo es un haiku japonés”.
Eco fue un estudioso con diversidad de intereses, y desde muy pronto aprendió a cruzar tanto el espacio académico como la cultura popular.
Fue de profesión semiólogo, es decir aquel que estudia los signos, símbolos y mensajes ocultos. Quizás de ahí también su fascinación por la Edad Media, los idiomas y todo tipo de conocimiento menos dogmático
Casi por accidente, se convirtió también en uno de los novelistas de mayor venta en el mundo.
A fines de la década del 70, una editorial le preguntó a Eco si estaba interesado en escribir una novela corta de detective. Él respondió que no.
“Sí alguna vez escribiera una”, recordó en una entrevista, “sería un libro de quinientas páginas con monjes medievales como personajes”. Luego rememoró: “Ese día, volviendo a casa, empecé a hacer una lista de nombres de monjes medievales ficticios. Más tarde, de repente la imagen de un monje envenenado surgió en mi mente. Todo comenzó a partir de ahí, de esa única imagen. Se convirtió en un impulso irresistible”.
El libro resultante, El nombre de la rosa, fue publicado en italiano en 1980 y pocos años más tarde se convirtió en una fuerza irresistible para millones de personas. Nadie se sorprendió más que Umberto Eco.
La historia inicia con lo que pretende ser un manuscrito escrito en latín perdido que es redescubierto en la actualidad, El Nombre de la Rosa”ocurre en una abadía con una enorme biblioteca durante el siglo XIV. Allí, monjes empiezan a aparecer muertos y todos piensan que es obra del diablo. La investigación “detectivesca” es desplegada por el monje Guillermo de Baskerville y su joven asistente, quienes utilizan el poder de la razón y la deducción para resolver los asesinatos.
La historia se hizo aún más famosa cuando en 1986 se convirtió en una película protagonizada por Sean Connery.
La segunda novela de Eco, El péndulo de Foucault (1988) fue aún más lejos y muchos críticos la juzgaron demasiado complicada. Sin embargo, resultó en otro éxito de librería.
En novelas posteriores, Eco siguió narrando disputas religiosas medievales (“Baudolino”, 2000); la historia de un vendedor de libros que recuerda todo lo que ha leído, pero que no puede reconocer a su propia familia (“La misteriosa llama de la reina Loana”, 2004); o las raíces del antisemitismo cristiano (“El cementerio de Praga”, 2010).
Su última novela, (“Número Cero, 2015”), narra como el dictador italiano Benito Mussolini sobrevivió a la Segunda Guerra Mundial y vivió durante muchos años después.
Muchos se preguntan ahora ¿Por qué tanto revuelo por la muerte de esta persona? La respuesta es simple: Para Umberto Eco, las novelas eran una extensión de su obra semiológica, pero disfrazadas de ficción, por eso al alcance y comprensión de cualquiera.
Por eso académicos como la gente común le honra hoy, pues unos y otros se dieron cuenta de su lucha contra el elitismo y la exclusión del mundo de las ideas. Y aunque no era un radical, Eco será recordado por su principal contribución a nuestra cultura: la de desmitificar el papel del intelectual; y de hacer su trabajo más accesible; es decir, más relevante.