Por Alex Rothstein
COVID-19 es una aterradora llamada de atención para los estadounidenses fuera de forma.
Más de cuatro de cada 10 adultos en EE. UU. son obesos y el 60 por ciento tiene al menos una enfermedad crónica, lo que los pone en alto riesgo de complicaciones graves por COVID-19, o algo peor. Las personas con enfermedades crónicas tienen 12 veces más probabilidades de morir a causa del virus.
A la luz del reciente diagnóstico de COVID-19 del presidente Trump, los peligros de tener cualquiera de esas afecciones se han convertido en el centro de atención nacional. Trump pertenece a un grupo de edad de alto riesgo, clínicamente obeso y tiene la presión arterial “elevada”, todo lo cual lo pone en riesgo de sufrir complicaciones más graves.
Durante décadas, los profesionales de la salud han advertido a las personas sobre los peligros de la obesidad. Pero esas advertencias han sido ignoradas en gran medida. Hasta hace poco, demasiados estadounidenses veían el ejercicio como un boleto a un cuerpo de playa, no como la primera línea de defensa contra enfermedades mortales.
COVID-19 está cambiando esa creencia errónea. Ahora, corresponde a los profesionales de la salud ayudar a los estadounidenses a ponerse en forma.
Todo el mundo sabe que el ejercicio promueve la buena salud. Pero muchos no entienden cómo.
El ejercicio aumenta el flujo sanguíneo en todo el cuerpo, lo que significa que más células inmunes pueden circular a un ritmo más rápido. Con el tiempo, esa respuesta inmunitaria se acumula. Un estudio publicado en el British Journal of Sports Medicine encontró que entre las personas que realizaban ejercicio aeróbico cinco o más veces por semana, la infección del tracto respiratorio superior disminuyó en un 40 por ciento durante 12 semanas.
Mantenerse activo también reduce la grasa corporal y la inflamación, lo que ayuda a defenderse de las infecciones y prevenir enfermedades crónicas.
Los estadounidenses finalmente están comenzando a darse cuenta de que mantenerse en forma no se trata solo de verse bien, sino de fortalecer el sistema inmunológico.
Afortunadamente, la industria del fitness está tratando de adaptarse a este despertar masivo.
Muchos gimnasios trasladaron las clases de fitness al aire libre y en línea por primera vez. Organizaciones como el Colegio Estadounidense de Medicina Deportiva han realizado campañas activas para obtener recursos de fitness al aire libre en comunidades desfavorecidas.
Transformar aún más la relación de los estadounidenses con el ejercicio, y convertirlo en un componente fundamental de sus planes de salud y bienestar, también requerirá la ayuda de profesionales de la ciencia del ejercicio. Estas personas están capacitadas para desarrollar programas de bienestar individualizados que consideran la edad, la salud, la cultura y otros factores de las personas que influyen en su capacidad para mantener una rutina saludable.
Alguien en riesgo de desarrollar presión arterial alta puede saber que necesita más ejercicio, pero no tiene idea de por dónde empezar. Un profesional de la ciencia del ejercicio puede ayudarlo a establecer metas realistas y alcanzables, algo tan simple como una corta caminata matutina. Esa persona puede desarrollar hábitos a más largo plazo que incorporen ejercicio más vigoroso en su rutina.
O, los expertos en ciencias del ejercicio pueden educar a los pacientes con enfermedades crónicas sobre las formas en que la actividad física puede ayudar a controlar sus afecciones, desde reducir el dolor asociado con la artritis reumatoide hasta aumentar la sensibilidad a la insulina en los diabéticos.
Estos profesionales también pueden ajustar sus métodos según los niveles de comodidad individuales de los clientes. Muchos estadounidenses todavía no se sienten seguros al ingresar a los gimnasios tradicionales. En respuesta, los profesionales de la ciencia del ejercicio pueden construir otras herramientas innovadoras y modelos de entrenamiento, como plataformas remotas y configuraciones de entrenamiento al aire libre.
COVID-19 ha alterado nuestra sociedad. Pero también ha creado una oportunidad para mejorar la salud de nuestro país, al transformar el ejercicio en el arma principal en nuestra lucha contra las enfermedades.
Alex Rothstein es instructor y coordinador de programas del programa de licenciatura en ciencias del ejercicio en el Instituto de Tecnología de Nueva York. Esta pieza se publicó originalmente en Fortune.