Por Rafael Viscarra
Con los auspicios de la Federación Sur Central de Trabajo (South Central Federation of Labor), este primer lunes del mes de septiembre, se llevó a cabo la celebración del “Día del Trabajo”, en Madison, Wisconsin, en los predios de Labor Temple de Park Street, donde se levantaron tarimas para la actuación de conjuntos musicales y carpas para que los asistentes pudieran protegerse del sol o de la lluvia; pero fue un día soleado que contó con un buen número de público que, en su mayoría, eran trabajadores de origen americano.
Esta fecha fue instituida por el presidente estadounidense Grover Cleveland como feriado oficial en EE.UU., siguiendo la celebración de los “Caballeros del Trabajo” y para evitar que el 1 de mayo sirviera como glorificación de los “mártires de Chicago”. Desde 1955, siempre se ha reconocido el primer lunes de septiembre como “Día del Trabajo”. Es una tradición estadounidense y un consenso con el que generaciones enteras han crecido, según nos cuenta la historia.
Pero el movimiento laboral existe debilitado y para los trabajadores sindicalizados sigue siendo una ocasión para reclamar sus reivindicaciones económicas, pese a que el feriado haya perdido parte de su significado entre la ciudadanía.
Tanto John Nigh (exconsejero jubilado de educación secundaria) como María Díaz de East High School, coincidieron en señalar que hoy están celebrando el Día del Trabajo, pero no es el original que se celebra el 1 de mayo, nos han desconectado de nuestras raíces. Los trabajadores nos hemos vendido por muy poco a los gobiernos que representan a los ricos y a las corporaciones. Los trabajadores estamos divididos porque siempre estamos peleando entre nosotros en lugar de unirnos para demandar el salario justo que por derecho nos corresponde. El salario de los trabajadores a perdido su valor adquisitivo. Antes, cuando éramos adolescentes, el salario de un miembro de un hogar era suficiente para mantener a la familia y, ahora, tienen que trabajar dos o más miembros para sostener a la familia. No hay mucho que celebrar, sino lamentar la pérdida del valor adquisitivo del salario”.