Un viaje de fe, familia y fuego al carbón que transformó la nostalgia en legado.
La primera impresión que Omar Falcón Gómez transmite al hablar es la de un hombre sencillo, pero detrás de su sonrisa serena hay una vida marcada por decisiones valientes, pérdidas dolorosas y sueños que hoy tienen nombre propio: El Pollito Pío, un restaurante que ya late con fuerza en el corazón de Sun Prairie, Wisconsin.

Su historia no es solo la de un emprendedor; es la de un hijo de Guanajuato que se crió en Tijuana, un joven que dejó atrás a su madre y a su tierra para seguir a su esposa y forjar un futuro en un país lejano. Es la historia de un hombre que encontró en la gastronomía y en su fe cristiana un destino que jamás imaginó, pero que abrazó con la convicción de quien cree que “cuando Dios abre una puerta, nadie la puede cerrar”.
Raíces que nunca se olvidan
“Mi nombre es Omar Falcón Gómez y soy originario del estado de Guanajuato”, comienza relatando con orgullo. Allí nació, pero la vida lo llevó a los tres años a la frontera. “Me crié en la ciudad de Tijuana. Yo le digo a la gente que soy panza verde de nacimiento, cachanilla de corazón, porque crecí en la ciudad fronteriza”.

Entre puestos de comida ambulante, ropa de segunda que cruzaba desde Los Ángeles y el bullicio de los mercados, Omar aprendió lo que significaba el trabajo duro. Su madre, doña María Eugenia, fue su ejemplo de lucha, de comercio, de levantar a la familia con sus propias manos.
Pero también aprendió a soñar. “Lo que más extraño de Tijuana es la playa, caminar en el malecón y ver el mar. Y claro, los tacos al pastor… los mejores del mundo”, dice con una nostalgia que se le escapa en la voz.
Un viaje marcado por el amor y el sacrificio
La vida lo trajo a Madison hace 22 años, siguiendo a la mujer que amaba. “Ella se vino primero. Crecimos en la misma cuadra en Tijuana. Sus papás se la trajeron y a los dos años me vine siguiéndola. Es por eso que terminé en Wisconsin.”

Pero el precio de ese viaje fue alto. “Lo más difícil fue dejar a mi madre. Ella me inspiró en el comercio. Fue lo que más me dolió.”
En esa maleta invisible que cargó, además de la ropa, llevaba esperanza, fe y el deseo de construir un futuro. Con apenas 19 años, entró al mundo de los restaurantes y nunca más salió.
Cuando la gastronomía elige al hombre
“Yo no escogí esta carrera, la carrera me escogió a mí”, confiesa. Y todo comenzó de la manera más inesperada: una obra de caridad.
Un día, cocinó pollo al carbón para ayudar a la comunidad. “Lo hacía por hobby, pero la gente empezó a pedirlo una y otra vez. Y Dios multiplicó ese pequeño gesto. Así fue como nació la idea de abrir un restaurante”.

Su voz se llena de emoción cuando recuerda ese momento: “Ese pollo lo preparo como si fuera para mi madre. Soy celoso de la receta, me costó tiempo perfeccionarla. Es mi manera de honrarla”.
El fuego que forja sueños
Antes de abrir El Pollito Pío, Omar trabajó en cocinas prestigiosas: Icon Spanish Tapas, Fleming’s Prime Steakhouse. Fue broiler chef, cocinó carnes, pescados y tapas españolas. Cada turno era una escuela. Cada platillo, una lección.



“Siempre soñé con tener mi propio lugar. Pensaba: voy a aprender a manejar un restaurante para alguien más y tal vez un día, si Dios lo permite, abriré el mío”.
Ese día llegó, pero no sin noches de duda. “Hubo muchos retos, físicos y psicológicos. Momentos donde sentía que todo podía venirse abajo. Pero siempre aparecía Dios para darme fuerzas, y mi familia para recordarme que valía la pena seguir”.
La familia como pilar y herencia
“Sin ellos no lo hubiera logrado”, dice con firmeza. Habla de su esposa, técnica en laboratorio, que sigue trabajando mientras él combina su rol de restaurantero con la construcción. Habla de sus tres hijos: Omar Jr. (19 años), Nelly (16) y la pequeña Laila, quienes han sido testigos de las largas horas y los sacrificios.

En su voz hay gratitud y ternura: “Definitivamente mis hijos y mi esposa han sido un gran pilar. Dios los puso a mi lado para sostenerme”.
El restaurante no solo es un negocio, es una plataforma para el futuro de sus hijos. “Quiero que ellos aprendan que ser un Falcón significa sacrificio, trabajo, no rendirse. Pollito Pío será la base para que construyan sus propios sueños”.
Pollito Pío: donde los niños pueden ser niños

El restaurante no nació de un plan de negocios frío, sino del corazón. Omar lo pensó con los ojos puestos en los más pequeños. “El Pollito Pío surgió porque trabajaba con niños en la iglesia. Conecté el pollo que yo hacía con la canción ‘El Pollito Pío’, que los hace sonreír. Quería un lugar pro familia, donde los niños pudieran reír, comer helado y disfrutar, mientras los papás se sienten tranquilos”.
Su lema lo resume todo: “Un lugar familiar donde los niños pueden ser niños.”
El sueño hecho realidad en Sun Prairie
El destino quiso que fuera en 956 W Main St, Sun Prairie, WI. Fue su madre quien lo profetizó: “Un día pasamos por ahí y le dije: mira madre, ahí estaría bueno un lugar. Y ella me dijo: ‘Si lo crees por fe, ahí vas a tener tu restaurante’. Y así fue.”


Hoy, Pollito Pío es más que un restaurante: es un punto de encuentro. Las familias llegan por los tacos, los burritos, el pollo al carbón, pero se quedan por el ambiente acogedor. “Me llena de alegría ver mesas con niños riendo, parejas conversando, abuelos disfrutando. Eso es lo que soñé”.
Fe que abre puertas

En cada respuesta, Omar vuelve a lo mismo: su fe. “Cuando Dios abre puertas, todo fluye. Nada se forza. Ha habido momentos difíciles, pero siempre aparece algo que confirma que vamos por buen camino.”
Su fe no es un adorno, es el motor que lo empuja a diario. Dejar Tijuana, adaptarse al clima gélido de Wisconsin, trabajar largas jornadas: nada hubiera sido posible sin la certeza de que Dios estaba con él.
El legado que comienza a escribirse
Cumplir el primer año de El Pollito Pío fue un hito cargado de emociones. “Ha sido hermoso. El tiempo ha pasado rápido, con retos, sí, pero también con bendiciones. Ver cómo la comunidad nos ha aceptado me llena de gratitud.”


Pero Omar no se queda en el presente. Piensa en el futuro. “Quiero dejar un legado para mis hijos y nietos. Que un día digan: mis papás fueron empresarios en Madison, lucharon, triunfaron. No tiene que ser otro restaurante, puede ser un salón de belleza para mi hija o una constructora para mi hijo. Lo importante es que sepan que la base ya está puesta.”
Más allá del restaurante

Omar no solo invita a comer; invita a ser parte de su historia. En su aplicación móvil, los clientes acumulan puntos y reciben descuentos. Pero lo más importante no está en el menú ni en la tecnología, sino en la filosofía que respira cada rincón del lugar: la unión de la familia y la comunidad a través de la comida.
“Cuando la gente se sienta en nuestras mesas y comparte un helado con sus hijos, ese es el verdadero éxito.”
Epílogo: de Tijuana a Sun Prairie, con amor y carbón
En la vida de Omar Falcón no hay giros fáciles ni finales rápidos. Como en una telenovela, ha habido lágrimas, sacrificios y noches de incertidumbre. Pero también hay escenas luminosas: el aroma del pollo asado, la risa de sus hijos, la mirada confiada de su esposa, la profecía cumplida de su madre.

Hoy, el muchacho que dejó Tijuana con el corazón apretado se ha convertido en un restaurantero reconocido en Wisconsin. No olvida de dónde viene ni hacia dónde va. Porque su historia, como el humo que se eleva de su asador, sigue subiendo, buscando el cielo, llevando consigo el sabor de la fe, la familia y la esperanza.
📍 El Pollito Pío
956 W Main St, Sun Prairie, WI 53590
📞 (608) 478-1991
🌐 elpollitopio.com
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