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En el siglo XVI los misioneros católicos, los conquistadores y los colonizadores españoles trajeron a Latinoamérica la celebración católica del “Día de los Fieles Difuntos,” la cual se mezcló con los rituales indígenas de honrar a los muertos. Hoy en día, el dos de noviembre, mucha gente en toda Latinoamérica honra a sus difuntos y celebra el ciclo de vida con diferentes nombres: “Día de Muertos,” “Día de Todos los Santos,“ “Día de los Difuntos,” un día dedicado a rezar por las almas que han fallecido.
Generalmente, en la mañana del primero de noviembre las familias comienzan el arreglo de los altares en honor a sus seres queridos fallecidos. Les colocan fotografías, la comida favorita de los difuntos, frutas, pan de muerto, velas para alumbrarse el camino, incienso y otros regalos.
Posteriormente la celebración se traslada hacia el panteón donde las familias se reúnen alrededor de las tumbas de sus parientes, las limpian y las arreglan cuidadosamente con coloridas decoraciones como: adornos de papel, flores, cruces, velas y comida; todo lo cual sirve como ofrenda para atraer y complacer a sus antepasados. Al atardecer el panteón se llena de gente que alegremente celebra la vida y la muerte tocando música, bailando y teniendo un festín junto a los espíritus de sus antepasados.
